
La notaria María Cristina Clemente cuenta algunas de las situaciones más dramáticas a las que se ha enfrentado con las últimas voluntades de sus clientes
Por Judith del Río
“Los que más sabemos de Derecho en España somos los notarios”, dice María Cristina Clemente, notaria en Alicante. Una profesión que actualmente requiere ser graduado en Derecho, aprobar uno de los examenes de oposición más complicados de nuestro país y, después, estar preparado para enfrentarse a todo tipo de situaciones.
“He tenido situaciones muy desagradables. De verdad, no pensaba que el ser humano pudiese ser así”, asegura Clemente. “Una cosa es el testamento, puede ser muy angustioso. Otra cosa ya es el tema de la herencia, donde todos se pegan por dinero. Pero el testamento hace que te enfrentes con gente en su lecho de muerte”.
La notaria llegó a ver cómo una persona al borde de la muerte era zarandeada y golpeada en pleno hospital por haber dictado su última voluntad, que después su familia trató de manipular. En otra ocasión, otra persona incapacitada dictaba su testamento de acuerdo a lo que sus herederos querían. “Es muy fuerte cuando, en tú presencia, pretenden forzarla. Yo nunca voy sola a ningún sitio”, asegura. “En cuanto salgo, siempre lo pongo en conocimiento del Ministerio Fiscal”.
“Una ocasión unos hijos trataron de impugnar el testamento de su padre en el lecho de muerte mientras le golpeaban”
“Una vez me desplacé a un pueblecito, a una casa de pueblo. Había animalitos correteando por todas partes. Había una persona encamada, con animales hasta en la cama. Llegó hasta la de Asuntos Sociales y me tuve que enfrentar a ella y decirle que me marchaba a denunciar la situación al Ministerio Fiscal, pues me habían llamado asegurando que la persona estaba en plenas facultades para testar“, cuenta Clemente.
En otra anécdota, una mujer soltera y sin hijos fue a visitar su despacho para una consulta fiscal, y se guardó su tarjeta de visita en el bolso. La señora, lamentablemente, falleció días después. Sus sobrinos encontraron la tarjeta y, cuando todavía estaba en el tanatorio y no había sido enterrada, fueron al despacho de Clemente para ver el testamento. ”En lugar de estar con su tía en el tanatorio, vinieron a verme a mí para exigir ver del testamento«, cuenta. “Ves la mezquindad del ser humano llevada al extremo”.
Clemente asegura que, en algunos casos, consiguen irse en paz. En casos de enfermedades terminales, sobre todo, se siente “útil” al poder planificar de alguna manera. “Cuando vienen sus herederos a recibir su herencia, en base a su última voluntad real. Además que puedes transmitirles cosas que has vivido con el fallecido, que es muy emocionante. Es muy bonito”, cuenta.
Clemente cuenta un caso muy dramático que tuvo que vivir en su despacho. Un cliente había perdido a su mujer y a su hija en un accidente y, por el orden de fallecimiento, tuvo que enfrentarse a sus dos cuñadas. “Fue sangrante. Moralmente fue terrible. Sabedoras de las circunstancias de esa persona, fueron a exigir sus derechos a herencia, pues la fallecida no había hecho testamento”, recuerda la notaria. “Por el orden de fallecimientos, no se tuvo en cuenta el fue horrible”.
La notaria cuenta que se viven situaciones que hacen que su figura se convierta en una especie de “vehículo” para dejarlo todo “bien atado” y que la familia no tenga que lidiar con complicaciones. Eso sí, nunca escrito de su puño y letra. “Eso que se llama ‘testamento hológrafo’ es válido, pero tiene que reunir una serie de requisitos formales”, explica, “La persona no sabe de derechos sucesorios, sin contar forales. No tiene ninguna ventaja, mucho menos económica”.
Para la notaria, es mucho más práctico acudir a un despacho y hacer las cosas bien. “Nadie se ha muerto por hacer un testamento. Puedes cambiarlo las veces que quieras. Es uno de los instrumentos más asequibles y más útiles para un ciudadano”.
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